Aunque ya había escuchado esto del microteatro, hasta hace
unos pocos días no me decidí a asistir a una de estas cortas funciones. ¿Cuál
fue mi impresión? En estas líneas intentaré explicar, lo mejor que pueda, qué
me pareció.
Lo primero que me llamó la atención fue la increíblemente
alta afluencia de gente, máxime teniendo en cuenta que la capacidad de cada una
de las cuatro salas no era muy superior a las diez personas. Bien es cierto que
se realizaban seis funciones consecutivas.
En fin, que pago los cuatro euros, y ya tengo mi entrada.
¿Ahora qué? Dada la alta afluencia de gente, y la necesidad de tener que
esperar hasta que avisaran de la función en la zona de la entrada, lo primero que
tocaba era pasar calor y un cierto agobio. Bueno, bien, solo son diez minutitos…
Por los altavoces se escucha la llamada para los
espectadores de la sala 3. Nos ponemos en movimiento, descendiendo las
escaleras y, tras pasar junto a dos salas más (lo admito: las cortinas que se
encontraban en el exterior y lo angosto del recorrido me hicieron pensar en
burdeles, o en fumaderos de opios en la Inglaterra Victoriana), llegamos a
nuestro destino.
Más o menos, seis taburetes. Más o menos, doce personas. Sí,
me tocó estar de pie, apoyado en la pared, y con poco espacio a mi alrededor.
De momento, la cosa no iba muy bien, tengo que admitir.
Comienza la obra, Llamas.
Una historia dramática con toques humorísticos que van diluyéndose conforme avanza,
tomando cada vez más fuerza la parte dura y trágica. La excelente interpretación
que Antonia Paso —hija del célebre dramaturgo Alfonso Paso— realiza como
protagonista, consigue que en pocos minutos (pues la obra no dura ni un cuarto
de hora) el público se introduzca dentro de su vida: una vida de sombras, con
pequeñas luces que no consiguen alumbrar completamente los recovecos de su
existencia.
Tras escuchar toda mi odisea
os preguntaréis si mereció la pena o no. Para mí, sí. Aunque admito que no para
ir todos los fines de semana.
Para que os hagáis una idea, podríamos decir que el
microteatro es al teatro lo que el relato (o el microcuento) es a la novela.
¿Mejor? ¿Peor? Es cuestión de gustos, claro. Lo mejor es buscar, comparar y, si
encontráis algo mejor… ¡a por ello!
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