lunes, 7 de abril de 2014

Opinión - Microteatro


Aunque ya había escuchado esto del microteatro, hasta hace unos pocos días no me decidí a asistir a una de estas cortas funciones. ¿Cuál fue mi impresión? En estas líneas intentaré explicar, lo mejor que pueda, qué me pareció.

Lo primero que me llamó la atención fue la increíblemente alta afluencia de gente, máxime teniendo en cuenta que la capacidad de cada una de las cuatro salas no era muy superior a las diez personas. Bien es cierto que se realizaban seis funciones consecutivas.

En fin, que pago los cuatro euros, y ya tengo mi entrada. ¿Ahora qué? Dada la alta afluencia de gente, y la necesidad de tener que esperar hasta que avisaran de la función en la zona de la entrada, lo primero que tocaba era pasar calor y un cierto agobio. Bueno, bien, solo son diez minutitos…

Por los altavoces se escucha la llamada para los espectadores de la sala 3. Nos ponemos en movimiento, descendiendo las escaleras y, tras pasar junto a dos salas más (lo admito: las cortinas que se encontraban en el exterior y lo angosto del recorrido me hicieron pensar en burdeles, o en fumaderos de opios en la Inglaterra Victoriana), llegamos a nuestro destino.

Más o menos, seis taburetes. Más o menos, doce personas. Sí, me tocó estar de pie, apoyado en la pared, y con poco espacio a mi alrededor. De momento, la cosa no iba muy bien, tengo que admitir.

Comienza la obra, Llamas. Una historia dramática con toques humorísticos que van diluyéndose conforme avanza, tomando cada vez más fuerza la parte dura y trágica. La excelente interpretación que Antonia Paso —hija del célebre dramaturgo Alfonso Paso— realiza como protagonista, consigue que en pocos minutos (pues la obra no dura ni un cuarto de hora) el público se introduzca dentro de su vida: una vida de sombras, con pequeñas luces que no consiguen alumbrar completamente los recovecos de su existencia.

Tras escuchar toda mi odisea os preguntaréis si mereció la pena o no. Para mí, sí. Aunque admito que no para ir todos los fines de semana.


Para que os hagáis una idea, podríamos decir que el microteatro es al teatro lo que el relato (o el microcuento) es a la novela. ¿Mejor? ¿Peor? Es cuestión de gustos, claro. Lo mejor es buscar, comparar y, si encontráis algo mejor… ¡a por ello!

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