lunes, 26 de agosto de 2013

Crear una novela (III)

Habíamos dejado la cosa bastante bien; tenemos nuestra historia preparada y vamos a comenzar a escribirla. Aunque tenemos aún un pequeño problema por delante… ¿Por dónde empezamos?

La respuesta más sencilla sería “por el principio”. Y, como lo más sencillo suele funcionar bien la mayoría de veces, eso vamos a hacer. Sí, podríamos iniciar la novela al estilo “J. J. Abrams”, narrando una escena que se desarrolla hacia el final y luego retroceder hasta alcanzar ese punto. O contar la historia del protagonista desde su más tierna infancia hasta la actualidad. Incluso podemos comenzar la narración en plena acción, e ir siempre hacia adelante. Todo eso está muy bien, pero solamente si hay un motivo para hacerlo. ¿Lo tenemos? ¿No? Pues vayamos a la primera opción.

Dependiendo de diversos factores, nuestra novela deberá contener una cantidad mayor o menor de información al inicio, para que el lector se ubique. Por ejemplo, hay que tener en cuenta la localización y la época (en este caso, la Inglaterra de finales del siglo XIX); también, nos guste o no, los lectores a quienes va enfocada la novela. ¿Será necesario dar mucha información, o ya tendrán conocimiento del entorno? Si creemos que el caso es este último, no tendremos más que indicar de una forma más o menos sutil dónde y cuándo está situada la historia. Luego, nos centraremos en el protagonista.

Dicen que menos es más, pero en este momento de la creación resultará más útil que nos sobren cosas a que nos falten. Ya llegará luego la revisión. Si no tenemos claro por dónde empezar a escribir, lo mejor es ver qué hábitos tiene nuestro protagonista. ¿Suele ir a un club social? ¿Almuerza en algún restaurante todos los días? ¿Duerme? Vale, esta última pregunta es un poco rara, pero a donde quiero llegar es a que si duerme, se levantará por las mañanas, y ese es un buen momento para ir describiéndolo, si no tenemos claras aún sus peculiaridades. Como digo, ya habrá tiempo de borrar lo que sobre.

Para concretar más lo que llevamos visto, vamos a suponer que tenemos lo siguiente: En el Londres de 1888, mientras los crímenes de Jack el Destripador llenan las portadas de los periódicos, un investigador privado de nombre Henry Steward es contratado para resolver un crimen que la policía, agobiada con los recientes sucesos, está ignorando. Hemos decidido escribir la novela en pasado, y usar la tercera persona. En concreto, un observador omnisciente en tercera persona (esto nos permitirá contar no sólo lo que se ve, sino lo que Henry piensa o siente, aunque nos impedirá ocultar información sobre él al lector). La narración comenzará a primera hora de la mañana del día en que le contratan, pudiendo así situar al lector y revelar algunos datos sobre el protagonista.

Esto va tomando forma, ¿eh? En la siguiente entrega hablaremos de la importancia de los capítulos y de las secciones.


Ya sabéis, si comentáis y/o compartís os estaré eternamente (bueno, igual tanto no) agradecido.

jueves, 22 de agosto de 2013

Crear una novela (II)


Ya estoy de nuevo por aquí, continuando con “Crear una novela”. Ahora que ya tenemos claras las ventajas e inconvenientes al usar un tiempo verbal o un tipo de narrador, hoy vamos a hablar sobre el trabajo que precede a la creación de la narración. Por supuesto, esta es una de las múltiples formas que hay de ponerse a escribir un libro, aunque os aseguro que es una manera válida.

Lo que no aseguro es que salga un buen libro, eso sí :-P

Vamos a plantearnos un caso: un día decidimos escribir una novela. Una especie de reto personal que nos hacemos. Así pues, dejamos un buen montón de papeles sobre la mesa, agarramos dos o tres bolígrafos –no se nos vaya a terminar la tinta justo cuando estemos más inspirados–, y comenzamos nuestra labor.

Pero, ¿cómo lo hacemos? Vale, lo habitual es tener algo en la mente que queramos plasmar en papel, antes de ponernos con todo esto. Supongamos que no, así que vamos al asunto. Sin lugar a dudas, si nos hemos planteado escribir una novela es porque nos gusta leer (o porque queremos ser ricos y famosos… qué ilusos…). ¿Cuál es nuestro género favorito? ¿Qué hemos leído más? ¿Fantasía, terror, novela negra? Pues a ello nos ponemos. Digamos que nuestro preferido es el género policíaco.

Como he dicho, nos hemos sentado con la mente en blanco, sin ninguna idea previa. Ya tenemos el género, así que vayamos rellenando espacios. ¿Se desarrollará en la actualidad? ¿En el futuro? ¿En alguna época concreta del pasado? Venga, vamos a ubicarla en la Inglaterra victoriana.

Ya vamos avanzando. Lo siguiente es saber quién o quienes intervendrán en la historia. Como nos hemos leído todos los libros de Sherlock Holmes, decidimos que un investigador privado sería la mejor opción. Ese será nuestro protagonista, claro, aunque aún nos queda crear un antagonista. ¿Imprescindible? No, no lo es; pero ya he dicho que nos gusta Sherlock Holmes ;-)

¿Qué? ¿Que aún no hemos decidido de qué va la historia? Bueno, nos queda tiempo. Por ahora, tenemos el género, el lugar, el momento y los protagonistas. No está nada mal, para haber empezado sin nada. Con todo esto, si nos vamos a una enciclopedia y buscamos acontecimientos en la Inglaterra del siglo XIX, seguro que encontramos un suceso del que nuestros personajes puedan formar parte. ¡Uy! ¡Ya tendríamos el argumento!

¿Qué nos queda ahora? Podemos crearnos un resumen más o menos detallado de lo que ocurrirá, una sinopsis por capítulos, o una ficha de los personajes. O, simplemente, ponernos a escribir, y a ver qué pasa. Si no habéis leído mi entrada “Escritores de brújula y escritores de mapa”, este es un buen momento para verla.
Terminamos por hoy. Si os ha gustado y os ha sabido a poco, comentad y compartid; prometo más entregas de la serie “Crear una novela”, llenas de consejos que pueden no servir de mucho (de algo sí), pero que seguro os entretendrán.

martes, 20 de agosto de 2013

Crear una novela (I)


Lo que vais a leer a continuación no son unas reglas universales de escritura. Voy a intentar detallar cómo escribo yo, y qué recomendaría a alguien que empieza, pero tomadlos como unos consejos subjetivos que podéis o no tener en cuenta en un momento dado.

Dicho esto, comenzaré por hablar de los tiempos verbales.

Independientemente de la voz del narrador, una historia puede contarse en pasado, en presente o, excepcionalmente, en futuro. Vamos a “pasar” de este último caso para centrarnos en los otros dos.

–John –dijo la mujer–, espero que estés listo.

–John –dice la mujer–, espero que estés listo.

Como observaréis nada más leer estas dos frases, un simple cambio en el tiempo verbal puede hacer que la percepción de la historia se altere muchísimo. Escribir en presente crea una inmediatez que sirve para introducir al lector de lleno en la acción. Sigamos alargando las narraciones.

Mientras John se terminaba de preparar, ella tomó el fusil y comprobó que estaba cargado. En ese mismo instante, el ruido de cristales rotos anunció la presencia de las siniestras criaturas.

Mientras John se termina de preparar, ella toma el fusil y comprueba que está cargado. En ese mismo instante, el ruido de cristales rotos anuncia la presencia de las siniestras criaturas.

No sé si con estos ejemplos veis con claridad la diferencia entre ambas formas de escribir. Mi preferida es la narración en pasado (yo creo que es más sencilla de desarrollar), pero para gustos, los colores.

Algo que sí es muy importante es no liar al lector cambiando el tiempo verbal cada dos por tres. De hecho, no os recomiendo cambios de tiempo durante una narración (ni cambios en el tipo de narrador, aunque ahora hablaré de eso).

En cuanto a los tipos de narrador, los hay para todos los gustos. Los más habituales son el narrador en tercera persona y el narrador en primera persona. Hay varios sub-tipos, pero no voy a entrar en este nivel de detalle ahora; prefiero centrarme en las ventajas e inconvenientes de cada uno de estos, en general.

John escuchó las pisadas aceleradas, acercándose hacia ellos. Giró la cabeza en busca de una salida que no pudo encontrar; no tenían más remedio que hacerles frente.

Escuché las pisadas aceleradas, acercándose hacia nosotros. Giré la cabeza en busca de una salida que no pude encontrar; no teníamos más remedio que hacerles frente.

No me digáis que esta segunda frase no asusta más que la primera… En realidad, si John es un personaje con el que ya tenemos afinidad, sufriremos igual con él de una manera o de otra. Además, la narración en primera persona plantea un problema importante: cómo cambiar el protagonista. Desde luego, al igual que con la tercera persona, podemos ir viendo el “percal” desde los ojos de John, o de la mujer, o del vecino. Peeeeero para ello, si no queremos que el lector acabe loco, debemos dejar muy claro cuándo lo hacemos. Incluso así, la fuerza de usar la primera persona se diluye cuando el protagonismo de la historia lo tienen varios personajes.

Personalmente, os recomiendo usar la primera persona cuando haya solamente un protagonista, o a lo sumo dos. Y, de ninguna manera, vayáis intercalando la narración en primera persona con la narración en tercera.

Ahora viene cuando os cuento que en mi última novela hay narrador en primera y narrador en tercera… :-P ¿Por qué? Lo cierto es que comencé a escribirla con la idea de narrar el primer capítulo en primera, y el resto (la historia del protagonista, un preso condenado a la silla eléctrica) en tercera. Cuando me puse con el capítulo dos, me resultó imposible cambiar a tercera, y toda la novela está escrita en primera, a excepción del último capítulo (el protagonista ha muerto, y la escena transcurre un par de años después). Curiosamente, el capítulo dos narra hechos acaecidos antes del nacimiento del protagonista y, aun así, la primera persona creo que era la forma adecuada de narrar.

Consejo: ante la duda, usad la tercera persona. Siempre habrá tiempo para cambiarlo durante la revisión.

Esto es todo por hoy. Si pensáis que puede resultar útil, comentad y compartid.

En próximas entregas (si es que esto tiene éxito): crear una estructura previa y el uso de adjetivos y adverbios.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Microrrelato: un paseo por el bosque

Los últimos rayos de sol comienzan a desaparecer, haciendo que aquel paisaje, antes idílico, pasa a convertirse en el preludio de una pesadilla. Puedo escuchar —al menos, eso me parece— su respiración cada vez más cerca, mezclándose con los sonidos del bosque.

«Ya he pasado por aquí», pienso, mirando el grueso tronco de un árbol, cubierto con manchas que se me antojan de sangre. Éramos seis personas cuando llegamos por la mañana. Ahora, no quedamos más que dos.

Me detengo, intentando discernir el origen de la, cada vez más fuerte, respiración. Cuando creo haberlo logrado, echo de nuevo a correr.

Una rama cruje a mi derecha. Está ahí, lo sé; casi puedo sentir los latidos de su corazón a mi lado, como unos tambores que anunciaran el final de aquella… cacería, por llamarla de alguna forma.

Sus ojos, que parecen brillar en la oscuridad, me observan entre el follaje. Tiene algo en la mano —en aquella larga y ensangrentada mano—, que dirige hacia mí. Todo está a punto de acabar.

Desenvaino el machete con el que he matado a los otros, y me relamo involuntariamente la boca mientras contemplo su tembloroso cuerpo. Esta vez no lo haré rápido; voy a disfrutar cortando y cercenando partes de aquel infeliz.

martes, 6 de agosto de 2013

Escritores de brújula y escritores de mapa

Antes de ponerse a escribir una novela, un escritor puede dejar definida la historia, los personajes, y cada uno de los giros argumentales que contendrá la narración. A esto se le llama ser un escritor de mapa.

Por otra parte, puede ser que la novela empiece con una idea poco clara, o tan solo con unos personajes y una situación concreta, ignorando hacia dónde irán los acontecimientos. Así escriben los escritores de brújula.

¿Cuál de estos dos métodos genera una novela mejor? Me temo que no puedo dar una respuesta, principalmente porque depende mucho de los gustos de cada lector; pero sí que voy a intentar describir –desde mi punto de vista–  los pros y los contras de cada una de estas formas de narrar. Y, antes de nada, decir que yo he usado ambos métodos (aunque reconozco tirar más hacia la brújula).

Un escritor de mapa…
-Mantendrá una mayor coherencia durante la creación de la historia.
-Puede saltar de un capítulo a otro sin problema.
-En general, no sufrirá la famosa “página en blanco”.
-Tiene la capacidad de elaborar una trama con muchos personajes.
Pero…
-Necesita bastante tiempo antes de comenzar la novela.
-La trama será más rígida.

Un escritor de brújula…
-Puede cambiar la trama cuando quiera.
-No necesita de un tiempo previo para comenzar a escribir.
Pero…
-Necesita dedicar bastante tiempo, tras finalizar el borrador, a encontrar problemas de coherencia.
-Tendrá una forma más “lineal” de escribir, yendo del principio al final.

Antes de que nadie se me tire al cuello, decir que esta es la forma en que yo lo veo; está claro que no es siempre así, ni es así para todo el mundo, ni nada de nada. De hecho, uno de los motivos por los que he creado esta entrada es para saber vuestra opinión. ¿Qué ventajas y qué inconvenientes veis vosotros a cada estilo de escribir? ¿Creéis que es mejor una manera que otra?