viernes, 20 de septiembre de 2013

Crear una novela (V)


Nos ponemos ya con Henry, que está a punto de levantarse. Este sería un buen momento para describirlo un poco más. Pero, ¿cómo hacerlo? Vamos a ver un ejemplo.


Aunque Henry llevaba un buen rato despierto, su cuerpo se negaba a sacarle de la cama. Era un hombre de escaso pelo, y hacía un par de años que había decidido dejarse bigote, justo después de la muerte de su esposa. Sufría de cojera en la pierna izquierda, tras un tiroteo con unos delincuentes, en la época en que trabajaba para la Policía Metropolitana de Londres. Se levantó, dispuesto a vestirse con rapidez y tomar uno de los deliciosos dulces que, cada mañana, le preparaba su casera, la señora Pratson.


Una breve descripción de Henry. ¿Correcta? Sí, aunque puede que tengamos una manera mejor de dar estos datos. ¿Lo intentamos?


Aunque Henry llevaba un buen rato despierto, su cuerpo se negaba a sacarle de la cama. Se llevó una mano a la cabeza y frotó su otrora frondosa cabellera primero, para después atusar pensativo el bigote que ya llevaba desde hacía un par de años. Sonrió pensando en la cara que pondría su esposa de haberle visto así; sin embargo, ya había fallecido cuando tomó la decisión de dejárselo crecer.

Al fin se levantó, notando un fuerte dolor en la pierna izquierda. Cojeaba desde que fue herido en aquel tiroteo, hacía varios años, cuando aún formaba parte de la Policía Metropolitana de Londres, y los días fríos y húmedos le hacían recordarlo con dolorosa claridad. No tardó en vestirse, mientras le parecía oler los deliciosos dulces de la señora Pratson, su casera. Cada mañana, junto al té, siempre se encontraban un par de aquellas delicias exquisitas que levantaban su habitualmente bajo ánimo.


Por supuesto, es principalmente cuestión de gustos el que usemos una forma u otra. Aun así, remitiéndome a una entrada anterior, “si no hay nada interesante que contar, no lo contéis”. Puede que el hecho de frotarse la cabeza no sea muy interesante, pero al menos hay una acción (y no solamente una descripción). En esta ocasión estamos comenzando con la historia, y elegir entre una u otra forma de narrar no supone un “corte” en los acontecimientos. Otra cosa distinta sería si nos halláramos en una parte donde están sucediendo eventos importantes, y el lector estuviese en tensión; es ahí donde verdaderamente importa que las descripciones sean las justas para no interrumpir el ritmo.


Max apuntó con su revólver a la cabeza de Henry. Era un hombre alto y esbelto, de piel tostada. Su mejilla izquierda estaba surcada por una cicatriz, vestigio de algún enfrentamiento vivido años atrás. El investigador levantó las manos, esperando que el otro no disparase sin antes preguntar.


Con independencia de la necesidad de describir o no a Max, este es uno de los peores momentos para hacerlo. Si alguno de estos datos fuera esencial de manera inmediata, sería más adecuado hacer la descripción antes de que el hombre apunte a nuestro amigo Henry. Y si ya conseguimos que haya alguna interacción, mejor.


Max era un hombre alto y esbelto, de piel tostada. Henry observó que su mejilla izquierda estaba surcada por una cicatriz, probable vestigio de algún enfrentamiento vivido años atrás. La atención del investigador se centró rápidamente en el revólver que le estaba apuntando a la cabeza. Levantó las manos, esperando que el otro no disparase sin antes preguntar.


Hemos hecho la misma descripción, pero separándola del momento de acción (y “haciendo” algo con la cicatriz: al menos, Henry la observa).

¡Eso es to… eso es to… eso es todo, amigos! (por hoy)

En la próxima entrega hablaremos sobre cómo definir a los personajes.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Crear una novela (IV)

Separar una historia en capítulos de tamaño similar puede ser complicado si no hemos planificado todo muy bien. En realidad, no tenemos obligación alguna de que los capítulos sean del mismo tamaño, pero el lector lo agradecerá.

No, no existe un tamaño “estándar” de capítulo, aunque eso no quiere decir que podamos hacer lo que nos dé la gana: un capítulo debe iniciar y finalizar algo. Puede ser una trama, un día en la investigación, o cualquier cosa que se nos ocurra. Como pensamos que nuestro buen amigo Henry Steward no parará de meterse en problemas, una separación por días sería una estupenda opción para que el ritmo de la historia no decaiga.

Un pequeño “truco” para enganchar al lector es dejar claro que, en el siguiente capítulo, le pasará algo a Henry, o que su investigación avanzará. Por ejemplo, podemos comentar que el investigador ha quedado con un testigo, o desvelar que unos delincuentes están planeando acabar con él. Que el lector piense que no va a ocurrir nada interesante es lo segundo peor que puede pasar (lo primero es que, en efecto, no ocurra nada).

Si el enfoque de la historia se centra en un único personaje, es complicado que suceda algo continuamente (hasta Jack Bauer tenía momentos de descanso). Esas pausas en la acción nos permiten, por otro lado, seguir dando información sobre Henry y sobre su entorno.

Estoy convencido de que Henry tendrá que comer e ir al baño todos los días. A pesar de ello, contarle al lector todas las veces que hace de vientre no tiene mucho sentido. Para poder dar “saltos” en la narración disponemos de un elemento dentro de los capítulos: las secciones.

Cada sección indica un cambio, bien de tiempo, de lugar, o de personaje. Es interesante saber cómo llega Henry en carruaje al lugar del crimen, pero casi siempre pasará de estar en un sitio a estar en otro distinto. Podemos indicar que ha llegado andando, en carruaje, o en trirreme; describir todos los desplazamientos no servirá más que para aburrir al lector, en la mayoría de casos. Recordad: si no hay nada interesante que contar, no lo contéis.

¿Cuál puede ser nuestra primera sección? Sería interesante una breve descripción de dónde nos encontramos, justo antes de centrarnos en Henry. Veamos cómo.

 
El sol comienza a hacer su aparición, semioculto por las nubes de aquella fría mañana otoñal de 1888. El bullicio del East End contrasta con la tranquilidad aparente en el centro de Londres, donde Henry Steward está a punto de ponerse en pie. El antiguo policía, ahora investigador privado, está a punto de enfrentarse con el caso más complicado de toda su carrera.

Eso, por supuesto, aún no lo sabe. Sus mayores preocupaciones en este momento son, como le ocurre a la mayor parte de los habitantes de la ciudad, los crímenes que se están produciendo en Whitechapel. Según avance la semana, esos horribles asesinatos no ocuparán más que un recóndito espacio en su mente.

 
Saltándome una de las recomendaciones que hice, usamos el tiempo presente en esta corta sección (más bien una introducción al capítulo y a la novela), para luego pasar al pasado. A fin de cuentas, las reglas están para romperse… ;-)

Llegados a este punto, el lector ya sabe dónde y cuándo se desarrolla la historia, y conoce algún pequeño dato sobre nuestro protagonista. Para el siguiente “Crear una novela” continuaremos con la narración, comenzando por fin a seguir los pasos de Henry.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Reseña - Inferno

infernoReconozco que me gusta Dan Brown, así que no podía dejar de leer la última novela que ha escrito con el célebre profesor Robert Langdon como protagonista. ¿Qué podemos encontrar en Inferno que no tengamos en El código Da Vinci?

Um… Yo diría que nada. Aunque eso tampoco es malo, ojo.

El profesor Langdon, una chica, un sicario, una organización en la sombra y una mente maestra. ¿Os suenan estos elementos? Brown reutiliza la formula que le catapultó al éxito, aunque eso tampoco quiere decir que estemos ante un “clon” de su novela más famosa (o del resto, ya puestos).

dan brownLo primero que se destaca en la novela es un recurso que no había usado hasta el momento: la narración comienza a medias, con un Robert Langdon desorientado, sin recuerdo de lo que ha ocurrido durante las últimas horas. Los acontecimientos se precipitarán con rapidez, haciendo que el profesor inicie (o continúe) una carrera para evitar una amenaza mayor a cualquier otra que haya enfrentado. Junto a él, el lector irá descubriendo poco a poco cómo llegó a involucrarse en estos eventos.

Como es habitual, el autor nos ilustra sobre diversos eventos históricos y acerca de detalles sobre obras de arte en varias ciudades europeas, sin dejar de meter al profesor en constantes huídas, enfrentamientos y descubrimientos. Todo, por supuesto, con el telón de fondo de La Divina Comedia de Dante.

En definitiva, una novela de constante acción, con los giros a los que Brown nos tiene acostumbrados, que no defraudará a los seguidores de este escritor de Best sellers.