No, no existe un tamaño “estándar” de capítulo, aunque eso
no quiere decir que podamos hacer lo que nos dé la gana: un capítulo debe iniciar
y finalizar algo. Puede ser una trama, un día en la investigación, o cualquier
cosa que se nos ocurra. Como pensamos que nuestro buen amigo Henry Steward no
parará de meterse en problemas, una separación por días sería una estupenda
opción para que el ritmo de la historia no decaiga.
Un pequeño “truco” para enganchar al lector es dejar claro
que, en el siguiente capítulo, le pasará algo a Henry, o que su investigación
avanzará. Por ejemplo, podemos comentar que el investigador ha quedado con un
testigo, o desvelar que unos delincuentes están planeando acabar con él. Que el
lector piense que no va a ocurrir nada interesante es lo segundo peor que puede
pasar (lo primero es que, en efecto, no ocurra nada).
Si el enfoque de la historia se centra en un único
personaje, es complicado que suceda algo continuamente (hasta Jack Bauer tenía
momentos de descanso). Esas pausas en la acción nos permiten, por otro lado,
seguir dando información sobre Henry y sobre su entorno.
Estoy convencido de que Henry tendrá que comer e ir al baño
todos los días. A pesar de ello, contarle al lector todas las veces que hace de
vientre no tiene mucho sentido. Para poder dar “saltos” en la narración
disponemos de un elemento dentro de los capítulos: las secciones.
Cada sección indica un cambio, bien de tiempo, de lugar, o
de personaje. Es interesante saber cómo llega Henry en carruaje al lugar del
crimen, pero casi siempre pasará de estar en un sitio a estar en otro distinto.
Podemos indicar que ha llegado andando, en carruaje, o en trirreme; describir
todos los desplazamientos no servirá más que para aburrir al lector, en la
mayoría de casos. Recordad: si no hay nada interesante que contar, no lo
contéis.
¿Cuál puede ser nuestra primera sección? Sería interesante
una breve descripción de dónde nos encontramos, justo antes de centrarnos en
Henry. Veamos cómo.
El sol comienza a
hacer su aparición, semioculto por las nubes de aquella fría mañana otoñal de
1888. El bullicio del East End contrasta con la tranquilidad aparente en el
centro de Londres, donde Henry Steward está a punto de ponerse en pie. El
antiguo policía, ahora investigador privado, está a punto de enfrentarse con el
caso más complicado de toda su carrera.
Eso, por supuesto, aún
no lo sabe. Sus mayores preocupaciones en este momento son, como le ocurre a la
mayor parte de los habitantes de la ciudad, los crímenes que se están
produciendo en Whitechapel. Según avance la semana, esos horribles asesinatos
no ocuparán más que un recóndito espacio en su mente.
Llegados a este punto, el lector ya sabe dónde y cuándo se desarrolla la historia, y conoce algún pequeño dato sobre nuestro protagonista. Para el siguiente “Crear una novela” continuaremos con la narración, comenzando por fin a seguir los pasos de Henry.
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